
Gigantescas olas de cien mil kilómetros de altura, hechas de plasma supercaliente y que se desplazan a una velocidad superior a los 250 km por segundo. Parece el escenario de una pesadilla infernal, pero la misión de observación solar STEREO (Solar Terrestrial Relations Observatory), de la NASA, ha confirmado que esos enormes «tsunamis de fuego» se dan realmente sobre la superficie del sol.
Es tal la magnitud del fenómeno que los astrónomos, cuando lo observaron por primera vez hace apenas una década, pensaron que se trataba de una especie de ilusión óptica, un engaño de los instrumentos de observación. Nadie, en efecto, creía que algo así fuera posible.
Una de esas olas, por ejemplo, se alzó a una altura superior al diámetro de la Tierra para curvarse después sobre sí misma alrededor de un punto central y expandirse finalmente según un patrón circular que se extendió a lo largo de millones de kilómetros. Muchos dijeron entonces que se trataba de alguna clase de sombra que, de algún modo, estaba engañando a la vista.
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